viernes, 27 de mayo de 2016

ARTE PRIMITIVISTA Y ARTE POPULAR




Por: Elkin Bolaño Vásquez

Coordinador Salón de arte popular



A lo largo de actividades ininterrumpidas del Salón BAT de arte popular se observa que las obras de los artistas empíricos han superado de manera contundente el adjetivo primitivista. El arte realizado a la manera primitivista (naif=inocente) está envestido con el aura de la ingenuidad y de conformismo frente al trabajo terminado. En este tipo de arte se observan dos aspectos claramente identificables, un técnico y el otro semántico. 1. En el conformismo técnico se advierte desinterés por el perfeccionamiento técnico, por la exploración de nuevos materiales y de diferentes herramientas expresivas; 2. Con los conformismos semánticos se aprecia una visión romántica y nostálgica de las tradiciones de los pueblos.

El hábito en la elaboración del trabajo primitivista, se muestra como una formula artística que identifica su origen en la cultura vernácula y en un nivel económico humilde. Asimismo presupone niveles de educación básica (por lo menos en el aprendizaje artístico),  que justifican la noción de un arte puro porque no obedece a los preceptos dominantes de la historia y la teoría del arte. Si bien este hábito está directamente relacionado con las preferencias sociales, en cuanto a lo que es aceptado como arte, también es cierto que al convertirse en la fuente económica del sostenimiento familiar, es normal que se sostenga la misma manera de producción, de modo que se garantiza el bienestar familiar.

En este sentido, no debemos olvidarnos que los artistas primitivistas gozan de un mercado de prestigios, que aunque generalmente no alcanza los medios masivos de comunicación, ratifican el reconocimiento y el valor cultural que tiene esta forma de arte. Además, son personas que aportan connotaciones positivas al barrio, al pueblo, al municipio y a la región de las que son originarias. Esto supone, de manera simplista, que el artista primitivista está inmerso en espacio de transición que va de la vida rural a la convivencia urbana, de la tradición de los pueblos a las renovaciones cosmopolitas. En fin, de la parsimonia del tiempo a la aceleración cardiaca de cada momento.

Contrario a lo anterior, el Salón BAT de arte popular invita a los artistas empíricos a que inicien investigaciones relacionadas con sus fuentes primarias, esto es, el contexto sociocultural, la historia, la política, la religión o cualquier otro tema que tenga relación con las regiones que construyen en gran compendio del ser colombiano.

Tales indagaciones, han consolidado una estructura conceptual coherente con la propia realidad, además de ofrecer mayores recursos para la comprensión de lo que implica la idea de lo popular. Esto quiere decir, que el arte popular es un saber hacer que busca, en el capital simbólico de la vida diaria y la tradición de la cultura popular, nuevos significados para fomentar sentido de pertenencia en la sociedad.

Tomemos con ejemplo la manera como se ha trasformado la representación del tema de la violencia. En la primera versión se exhibieron obras cuyas imágenes eran crudas, grotescas, con desmembramientos y sangre salpicando por doquier. Obras que se convertían en documentos históricos de masacres recientes donde el dolor, la angustia y la desesperanza se podían sentir, incluso herir los sentimientos del espectador (Bojayá). En estas obras son muy fuertes los sentimientos de desarraigo, el dejar de pertenecer a una familia, a una comunidad. Se percibe  sentimientos de desesperanza, también se muestra que las comunidades y personas que sufrieron estos actos violentos, marchitaron tanto su espíritu como sus visiones de futuro. Estas representaciones de la violencia se convirtieron en prueba indiscutible de la deshumanización de los actores armados.

Sin embargo, en el recorrido de las siguientes versiones, las obras que se refieren a la violencia, construyen representaciones con contenidos emocionales distintos. Encontramos en estas obras una suerte de humanización de las víctimas. El anonimato desaparece, ya no son un número estadístico, ahora son nombradas y referidas como miembros queridos de una comunidad, el sentido de pertenencia revive y la esperanza es el sentimiento que los vincula y une como comunidad. En ese sentido, a lo largo de 12 años, el arte popular pasó del periodo de la violencia del desarraigo y la desesperanza, para renovarse con sentimientos de reivindicación social, que no es otra cosa que mirar de frente los propios temores para reencontrarse con la esperanza. Hay una elaboración del duelo, que no parte de la angustia, sino de la visión de reconstruir, del anhelo de reencontrar una historia que fue arrebatada.

Con este ejemplo enmarcado en los modos como se percibe las consecuencia de la violencia, se demuestra que el arte popular se aleja de cualquier conformismo semántico, que es una característica del arte primitivista, para convertirse en una especie de sismógrafo comportamental, que es capaz de detectar pequeñas variaciones emocionales e interpretativas que se experimentan en la reorganización constante de la vida diaria.